domingo, 8 de agosto de 2010

Libro: “Tras una lengua de papel” del lingüista Carlos Garatea Grau.

“Nuestra lengua proviene del desorden y el conflicto”

Carlos Garatea Grau es un lingüista que ha profundizado en la historia del idioma español en el Perú. Su reciente libro “Tras una lengua de papel” es el resultado de seis años de investigación sobre el choque de culturas que ocurrió durante la conquista. Con estudios en la Universidad Católica, el Colegio de México y la Universidad de Múnich, Garatea Grau señala en su investigación la complejidad lingüística y cultural del idioma que arribó a estas tierras y el mestizaje producido en el contacto con las lenguas indígenas.

Por: María Isabel Gonzales

¿Qué aportes trajo el español a nuestro territorio al llegar con la conquista?

–Como lengua, el español llevaba también una historia propia que se integró a la nuestra. Cuando hablamos de español no hablamos de una lengua que tenga un único eje normativo ni un solo propietario, sino que hablamos de diversidad, que está mucho más allá de un espacio territorial o un período de tiempo. Con la llegada del español llegó también la historia de una cultura, de la Edad Media, del Renacimiento, de Cervantes, de Góngora, todo bajo una sola etiqueta.

–¿Cómo eran los primeros expedicionarios que llegaron al Perú y qué tipo de español hablaban?

–Había de todos los tipos. Durante mucho tiempo se dijo que aquí a América llegó gente poco ilustrada, analfabeta, malhechores, gente pobre. En parte era cierto, pero con ellos también llegaron sacerdotes, notarios y gente que luego llegó a cargos tan altos como virrey. Es un mito eso de que nuestro español es menor o de menos calidad, pero aún se arrastran los prejuicios con nuestra lengua porque hay quienes buscan el español correcto o español puro. Ese es un debate que aún no termina porque buscamos las formas correctas afuera y no dentro de nuestra propia habla. Otro mito es que los expedicionarios eran solo andaluces y tampoco fue así: venían de distintas partes de España. Si bien es cierto que los andaluces se caracterizaban por el seseo y algunas conjunciones, no se puede hacer una caracterización rígida. Muchos llegaron después de expediciones por el Caribe y trajeron palabras de esas tierras que luego se hicieron parte del español.

–¿Cómo se dio el proceso de aprendizaje del español en los pueblos indígenas?

–Aunque los españoles llegaron con el único objetivo de obtener riquezas a toda costa y no de entablar comunicación se vieron obligados a impartir la enseñanza del español porque el Rey así lo dispuso. Pero tal como sucede hoy en día, muy a pesar de que era una política para todas las poblaciones americanas, lo que dice la ley no necesariamente se cumple. Las escuelas formales fueron poquísimas y tardías en el Perú (siglo XVII), por eso uno de los primeros niveles fue la exposición oral, los indígenas aprendían de oído. Ya cuando se dio la enseñanza formal quienes impartieron la educación fueron los sacerdotes con un único propósito doctrinario. Es decir, la lengua no fue más que un medio para alcanzar la evangelización y también para lograr las riquezas que fueron descubriendo en nuestro territorio.

–¿Hubo resistencia de los pueblos conquistados al español?

–El nivel de asimilación fue mayor en la costa que en los Andes y se debe a dos factores: el primero fue geográfico y el segundo de resistencia cultural. Si hoy con todas las facilidades que existen el desplazamiento sigue siendo difícil en la sierra, en aquella época era peor. En la costa la propagación del idioma español fue más rápido por las facilidades de acceso que tenían los conquistadores. Pero al fin y al cabo lo que nos muestra el español tras seis siglos de confluencia entre lenguas es que somos un país mestizo, multilingüe, con una lengua de origen importado pero de la que hemos sabido apropiarnos y que convive con las andinas y amazónicas.

–En su libro usted cuenta que aún en la etapa formal de la enseñanza había discriminación en las escuelas

–Si bien habían colegios para enseñar a leer y a escribir a los hijos de curacas y caciques, estos abandonaron lentamente estos propósitos porque las plazas eran ocupadas por los hijos de españoles notables que veían en estos lugares el sitio ideal para educar a sus propios hijos. Entonces ocurrió que la población indígena fue desplazada lentamente aun cuando la ley dijera una cosa distinta. Incluso encontré el caso de un cacique –en el libro de un colega mío– que envió una carta al director de uno de estos colegios diciéndole que no se olvide cumplir con la labor que tenían encomendada de darle formación a sus hijos porque de lo contrario los iba a retirar del colegio.

–¿Qué aportes hemos dado como pueblo al español?

–Hay muchos términos que por la documentación oficial de la época se ha determinado que son aportes propios del Perú, pero la Real Academia no los reconoce. Por ejemplo “papa” es un término quechua y aún existe cierta resistencia para reconocerlo como nuestro. No tengo idea de por qué. Pero lo que yo creo es que el español hoy debe aceptarse por ser diverso. No hay que andar fijando de donde viene cada palabra. Basta con decir que chicha y cacique vienen del Caribe y aún así son parte de nuestra identidad. Cómo asimilar una lengua será siempre un problema de educación, cuál es el español que se enseña en las escuelas y cuál se debería enseñar. No a todos nos enseñan igual. Lo que podemos decir es que cuando se habla del uso del español en los Andes, hablamos de un español andino que consiste en la recurrencia de modos de español usados en esta parte de América. Con algunas particularidades pero que comparten rasgos generales.

–Para su investigación usted recurrió a documentos oficiales de la época, ¿qué fue lo que más llamó su atención?

–Titulé el libro “Tras una lengua de papel” porque busqué la evidencia del choque de las lenguas en las fuentes escritas, que eran redactadas por curacas, caciques e indígenas de la época bajo el modelo español aprendido en la escuela. Entonces venía el problema de cómo reconocer ahí qué era lo andino. Había que ir más allá y fijarse en el contexto que se vivía, el de los conquistados. Por ejemplo, el caso que desató toda esta investigación lo encontré mientras leía unos documentos notariales en los que un curaca usaba unas palabras sacadas de un texto español. Entonces había un problema de originalidad que resolver. ¿Qué tan andino es el español andino? Primero hay que aceptar que nuestra lengua no es una lengua aislada, sino una proveniente del desorden, de la variación, de los conflictos, de la desigualdad. Hay parte de la historia que se perdió para siempre, pero hay otra que prevalece y que nos deja con una sola certeza: la de un encuentro cultural que desató nuestra historia.

Fuente: Diario La República, suplemento "Domingo". 08 de agosto del 2010.

Libro “Recuerdos de una guerra. Fotografías, ilustraciones y correspondencia personal en torno a la Guerra del Pacífico”. Renzo Babilonia Fernández B.

La guerra y la memoria

Por: Camilo Torres

Hoy domingo en la Feria Internacional del Libro se presenta un volumen con imágenes y voces del pasado rescatadas por el fotógrafo profesional e historiador autodidacta Renzo Babilonia Fernández Baca. Fotos, grabados, carboncillos, cartas y otros documentos forman “Recuerdos de una guerra. Fotografías, ilustraciones y correspondencia personal en torno a la Guerra del Pacífico”, obra dividida en dos partes: una dedicada a las representaciones públicas y otra a los testimonios privados. “No es un libro antichileno”, declara Renzo. “En las imágenes que aquí ofrecemos, publicadas en los años siguientes a la guerra, podemos apreciar distintas visiones de un mismo hecho, como la respuesta de Bolognesi, la muerte de Alfonso Ugarte y el fusilamiento de Leoncio Prado”.

Desde lo cotidiano

Las ilustraciones reproducidas en la primera parte del libro aparecieron originalmente entre 1894 y 1930, es decir, durante el período en el que se formó el recuerdo que el Perú tiene de la guerra, la derrota y la reconstrucción de la nación. Historiadores y científicos sociales, estudiosos de la comunicación y el público en general agradecerán esta recopilación de imágenes y textos en la que apreciamos cómo se definió la memoria que hoy tenemos de un período tan importante de nuestra historia.

La segunda parte del libro propone un recuento del mismo acontecimiento pero desde un ángulo completamente distinto: a través de los testimonios de la intimidad de sus protagonistas. Resulta fascinante, por ejemplo, leer correspondencia privada que solo hoy sale a luz y que pone de manifiesto la dimensión humana de los hombres que son símbolos nacionales y a quienes por lo general solo vemos en el marco del discurso oficial.

Las cartas de Grau

Entre este rico material destacan doce cartas que Miguel Grau le envió a su cercano amigo el capitán Ezequiel Otoya y que la familia Wiese Otoya cuidó a lo largo de cinco generaciones. En ellas apreciamos rasgos de la persona que las versiones tradicionales no alcanzan a transmitir: su amor por su familia, la amistad forjada en el calor de la batalla, la cortesía y el cariño que se muestran en detalles domésticos, como el envío de dos barriletes de aceitunas o la noticia de que su esposa, Dolores, “desembarazó sin novedad, antes de ayer a las tres de la tarde, dando a luz otro varoncito”. También leemos de puño y letra del almirante sus discrepancias con la forma en que se conduce la guerra y sus diferencias con colegas como el capitán de La Unión, Aurelio García y García, y lo escuchamos deplorar la tarea de intrigantes y envidiosos.

La última carta

Sin duda el documento más dramático es la última carta de Grau, con fecha del 28 de setiembre de 1879. En ella le confía a Otoya su desaprobación de la estrategia peruana: “Todavía ignoramos cuál será el nuevo plan de campaña que adopte Chile con toda su escuadra ya reparada. Hasta que no se conozca algo de esto, no me parece prudente iniciar con este buque una nueva excursión”. Esta lucidez premonitoria, propia de una tragedia griega, no impidió que el Caballero de los Mares marchara hacia el sur, hacia Angamos y la apoteosis. “Grau es el único héroe a quien admiramos más después de leer sus cartas privadas”, afirma Renzo Babilonia. El destinatario de esta carta es el capitán Ezequiel Otoya, “un héroe olvidado”, en opinión del investigador.

El amigo valiente

Amigo íntimo de Grau y, al inicio de la guerra, segundo al mando del Huáscar, Otoya fue designado a otro puesto de servicio y entre sus documentos se encuentra una carta que Melitón Carvajal le envió luego de la jornada del 8 de octubre. En otra carta, notable por su dramatismo, el capitán Otoya le cuenta a su esposa Rosa una incursión en la que el monitor derrota a la nave chilena Matías Cousiño y se enfrenta a una corbeta enemiga con la que se bate “tanto a cañón como a tiros de rifle”. “Ya te puedes figurar”, le escribe Otoya a su esposa, “la empresa tan atrevida de nuestra expedición”. Más tarde a este marino se le encargó una misión muy singular: en 1879 supervisó en Paita las pruebas de un arma secreta llamada “Toro Submarino”, prototipo de un sumergible diseñado por el ingeniero danés Federico Blume y que pudo haber cambiado el curso de la historia. El capitán Ezequiel Otoya murió en 1882 durante la ocupación de Lima.

El autor y sus obras

Renzo Babilonia es fotógrafo de profesión, pero su interés en la historia de las imágenes y su uso como instrumentos para diseñar una identidad nacional lo han llevado a la investigación de archivos, manuscritos, hipótesis y testimonios. “La guerra de nuestra memoria. Crónica ilustrada de la Guerra del Pacífico (1879-1884)”, su primer libro.

Junto con los héroes reconocidos y los olvidados por la historia, Babilonia quiere rendir homenaje a otros personajes importantes en la preservación de nuestra memoria: aquellos que han cuidado el patrimonio histórico y hoy permiten su divulgación, como las familias Vizcardo Wiese y Wiese Otoya, propietarias de los manuscritos, y la señora Rochi Lasarte y el señor Rubén Mansilla.

Fuente: Diario El Comercio, suplemento "El Dominical". 1 de Agosto del 2010.